En penumbra, segado en mí totalidad, incapaz de ver por lo menos mis manos, solo distinguía una línea de luz proveniente de la rendija de una puerta, acompañada de un hedor horrible, descomposición, carnicería, olor a cadáveres y a humedad de hospital. Cuando me puse de pie, vi que mis ropas consistían en una bata de enfermo y un pantalón, similar a un pijama, entonces me di cuenta del lugar donde me encontraba, precisamente era un hospital.
Recordaba muy poco de lo que había pasado antes de despertar allí; solo recordaba estar en mi departamento, con mi madre y mi perro, uno grande, con cara de lobo, creo que su raza era ‘siberiano’, pero no recuerdo su nombre; recuerdo una luz, un gran as de luz azul que como neblina caía e inundaba el cielo, seguida de un gran estruendo, como si la Tierra gimiese mientras se sacudía; mi perro ladro y no puedo recordar mas, solo mi triste despertar en ese horrible hospital.
Salí de la habitación y me encontré en un pasillo con muy poca luz, vidrios y focos rotos. Divise a alguien al final del pasillo, llevaba una bata blanca y lentes; al no poder distinguirlo mejor me acerque
– ¡Alto ahí! – Grito asustado pero amenazante
– ¡No escaparas! –
Y comenzó a correr hacia mí, y no se me ocurrió otra cosa que huir de aquel hombre. Mis piernas estaban entumecidas y frías, lo que hizo de mi ‘escape’ bastante ineficaz; mire sobre mi hombro y vi unos lentes que brillaban con el reflejo de la luz, acompañados por el resplandor de una gran aguja, sentí un ardor en el cuello y la presión de un dedo.
Mi segundo despertar fue en una sala blanca con demasiada luz, era una sala de operaciones y yo estaba amarrado. No quería estar allí, sentía rabia, ¿Por que estaba yo ahí?, ¿Quien era el tipo con bata? Entre en un estado de ira y cólera y no se como me libere de mis amarres y cables; todo se movía a mi alrededor, las correas, lo cables, los aparatos médicos, y unos tipos de blanco corrían, alejándose de mi, mientras todo brillaba de color rojo; este era el momento para huir, atravesé una puerta y me encontré con mucha gente, no parecían doctores, era solo gente normal, pero note algo en ellos, llevaban un dispositivo en sus frentes, una cajita negra metálica con luces. Uno de ellos me pregunto calmado
– ¿Que haces aquí? – No supe que responder
– No lo se -.
Me acerque y fije mi mirada en aquel aparato, tenia una luz roja que parpadeaba lento, me acerque un poco mas y el aparato emitió un chirrido y exploto dejando un agujero en el cráneo del tipo, el cual adopto cara de muerto y postura de zombie, trate de habarle pero parecía haber perdido la capacidad de pensar, era como una lobotomisación. Pronto muchos otros aparatos habían explotado y en pocos minutos me encontraba corriendo para escapar de esos pseudos-zombies. Doble una esquina y solo encontré gente con sus frentes reventadas; seguí corriendo por otro pasillo, un tipo a pocos metros tenia una camilla en medio del pasillo, temí chocar con ella y me barrí por el piso pasando por debajo de la camilla; a una velocidad impresionante me levante y seguí corriendo; mis miembros ya no estaban adormecidos y respondían perfectamente. El pasillo terminó en un cruce, ¿Izquierda o derecha? .Una explosión me hizo correr en dirección contraria, entonces sentí una mano que sujetaba con fuerza mi brazo derecho, me gire y vi un rasgo familiar, una mujer conocida, de pelo largo, negro y liso, piel blanca y ojos negros… era mi madre y pude ver uno de esos aparatos instalado en su cabeza, cuando levante mi mano para remover esa cosa, esta chillo y exploto llenando mi cara con la sangre de mi madre; el miedo y el odio se apoderaban de mi; ahora, esa mujer intentaba ahorcarme presionando sus manos con firmeza sobre mi garganta, y yo con las mías la alejaba; de algún modo me zafé mientras pensaba en correr, tan solo correr como un animal. Divise un pasillo oscuro y en su fondo una pequeña luz, corrí en esa dirección; en la muralla había una grieta lo suficientemente grande como para pasar por allí. Retorciéndome pase por la grieta y vi luz, luz de un inmenso sol que estaba sobre mi cabeza. Había logrado perder a esos tipos raros… y junto con ellos, a mi madre…
La luz del sol golpeaba mi cuerpo aun vestido con ropas de hospital; en el piso había bolsas de basura y decidí abrirlas buscando algo de ropa. Afortunadamente encontré ropa masculina y con colores de mi agrado: una camiseta manga corta blanca, una camisa roja y unos pantalones negros de tela gruesa… tuve un recuerdo
– ¡¡Esta es mi ropa!! –, esto era lo que llevaba puesto en el momento en que mi memoria comienza y termina.